Programa #9 – 2001 en la política argentina

El panorama político actual se nos hace complejo. Por una parte, los discursos de la gestión, que encarnan la idea de que la representación es el sentido mismo de la política, despliegan todos los artefactos pre-electorales para inventar alternativas dentro de su mismo núcleo de sentido: con intereses más o menos comunes, con proyectos más o menos convergentes, todos insisten en que la institucionalidad democrática es la única alternativa que tenemos al horror, y que ante eso debemos fidelizarnos con lo menos malo, esto es, con un Estado de derecho en el que los representantes decidan cómo habrán de gestionar los intereses del capitalismo.

Pero ese mercado electoral no es lo único que hay en el panorama político actual. A distancia de ese territorio de la representación que se pretende completo y suficiente, por fuera de su agenda, hay también aquella miríada de experiencias que hemos referido ya en programas anteriores, aquellas aventuras donde se ponen en juego apuestas por maneras diferentes de abordar los vínculos sociales y por modos de resistir, combatir, subvertir o abolir de hecho y de derecho el lazo social dominante.

Este panorama, con toda su complejidad, es impensable sin un antecedente que nos resulta aún inasible, y que precisamente por eso nos proponemos, esta noche, traerlo al programa. Se trata de un personaje de mil rostros, de una serie indeterminada de fenómenos cuyo origen y cuyo destino se nos hacen indescifrables, o acaso inexistentes. A ese complejo entramado de experiencias y de ideas nos referimos con el nombre 2001.

En este sentido, 2001 no es una fecha, sino un proceso que pivotea en el estallido de diciembre pero se extiende hacia atrás y hacia adelante. E, incluso, hacia los costados. 2001 es la desazón ante la devastación social y económica y es también la esperanza de la puesta en acto de múltiples sectores de la sociedad desoyendo las prerrogativas hegemónicas de su época; es la crisis, la ruptura, la esperanza y la frustración. Es la libertad y la desorientación, la asamblea y el desconcierto, la manipulación y su incapacidad ante el exceso. 2001 es, en cierto modo, devastación, rebelión y después.

Si omitiéramos 2001 en la lectura del panorama político actual, nos faltaría una clave en relación a los procesos de restauración, a la configuración de un esquema de gobierno empresarial que presume “no venir de la política” y su partenaire, el discurso del “regreso de la política”. Nos faltaría una clave para entender por qué las estructuras sindicales y partidarias hacen tanto esfuerzo por reconducir hacia su interior al activismo social, económico o político. Pero, lo que es aún más importante, nos faltaría una clave para pensar la multiplicidad de experiencia e las ideas que pueblan la política y lo que han traído como novedad, aquello que hoy inspira las apuestas transformadoras de la sociedad a distancia de “las viejas prácticas políticas”, por fuera de las lógicas de Estado, de la representación y de las diversas formas de dominación y control.

2001 es, entonces, el nombre de un problema cuyas consecuencias aún están por verse. Es la marca de una deriva en la que, a pesar de todo, existe la esperanza de un después al que nosotros pensamos que bien vale ponerle el cuerpo. Esta noche intentaremos, entonces, preguntarnos acerca de qué es lo que hay ahí, en esa chistera de mago, en ese recipiente sin fondo que nombramos 2001.

Programa #8 – Organización, Política y Autonomía

Quienes apostamos a formas políticas que promuevan algún tipo de cambio radical, necesitamos de lo colectivo.
Puede parecer una obviedad pero lo hegemónico en la sociedad empuja para otro lado: a quedarse en casa, al cuidado individual, al descanso en la líder heroica, a la resignación solitaria, a la crítica desde el páramo.
Pero lo colectivo se construye; sus modelos no vienen dados, y es necesario preguntarnos acerca de qué organiza una organización, de qué modo esa conjunción de personas reunidas en determinadas prácticas es capaz de agitar el tablero de lo establecido.
Quienes vamos contra los dominios buscamos pautas acordes en nuestros dispositivos de organización o en nuestros grupos, también en aquellos lugares donde habitamos en multiplicidad; y así vamos con nuestros pocos granos de arena a querer transformar la montaña.
Intentaremos abordar el tema en la intersección entre lo particular y lo general; la organización como subjetividades en acción común, la organización como dispositivo y canal de acción, pensamiento, movimiento.
Sabemos que no queremos distancias contradictorias entre discurso y acción. La lucha contra las formas instituidas nos obliga a pensar la organización para desplegarnos en relación a alguna potencia solidaria común, capaz de combatir el actual estado de cosas, que nos otorgue herramientas para combatir lo hegemónico.
A veces pareciera que un mandato de la organización autónoma es estar siempre en movimiento para evitar la totalización y en ese ejercicio también se atomizan muchos cauces posibles de reflexión y de acción.
La organización colectiva puede canalizar nuestros deseos, construir y potenciar nuestros saberes, anticipar algunas formas y antagonizar con otras. También puede servir de cohesión para que las luchas no se licúen ni desgranen en la identidad de quien las lleva adelante. Sabemos que nada de esto es fácil. Los obstáculos y las carencias aparecen una y otra vez.
De estas cuestiones queremos hablar hoy: de los modos de organizarnos, de las posibilidades de construir a distancia del Estado, de sus implicancias, de las diferencias entre los carriles de los espacios independientes frente a los espacios bajo la órbita estatal como son la educación, la salud, lo social; queremos hablar del margen de operación o confrontación que hallamos. De las tensiones y dificultades para persistir, derramar o difundir aquellas cosas que hacemos y pensamos.

Programa #7 – Lo común en las experiencias autónomas

Asambleas barriales, fábricas recuperadas, bachilleratos populares, huertas orgánicas, movimientos de trabajadores desocupados, corrientes sindicales antiburocráticas, centros culturales, agrupaciones estudiantiles independientes, emprendimientos autogestionados, publicaciones políticas, colectivos docentes, ollas populares, encuentros autónomos, radios comunitarias, y tantas alternativas más, son sólo algunas de las innumerables experiencias que dan nombres a la acción rebelde de nuestros días.

Con sus defectos y sus virtudes, con sus fracasos y sus conquistas, todas han decidido que el destino colectivo puede estar en nuestras manos. Han mostrado que no es imprescindible mirar al Estado para aspirar a que las cosas cambien, que no necesario someterse a la lógica vertical de los partidos políticos para poder actuar junto a otrxs, que la igualdad no es una mera declaración sino que puede verificarse en nuestras prácticas de todos los días.

Varias de estas experiencias llevan muchos años, otras son más recientes. Todas ellas se ha constituido en su diversidad, muy celosas de procurase sus propias reglas de funcionamiento y sus métodos de lucha, atentas a no recaer en viejas prácticas dogmáticas. Mantienen sus espacios activos con un enorme esfuerzo, porque constatan que es muy difícil sobrellevar la continuidad y el entusiasmo militante frente a una realidad que los bombardea a diario.

En este séptimo programa de Después de la deriva queremos reflexionar sobre estas experiencias, porque la tensión entre su voluntad emancipadora y sus limitaciones encuadra gran parte de nuestras preocupaciones. Nos preguntamos si es posible sostener estas luchas en su multiplicidad y fragmentación, o si debemos aspirar a construir algo en común que las enlace. Y si consideráramos que esto fuera deseable, ¿en qué consistiría ese lazo “común”? ¿Es posible que los logros trasciendan los ámbitos específicos de esas prácticas o están destinados sólo a sobrevivir en sus pequeños espacios de emergencia?

Estas y muchas otras preguntas animan el programa de hoy. Pensar juntos el sentido colectivo de estas alternativas rebeldes, tanto por su fuerza emancipadora como por sus complicaciones y dificultades, merece que le robemos al sueño unos cuantos minutos de esta madrugada.

Programa # 6 – Autonomía y Política II

Un mes atrás nos presentábamos ante estos mismos micrófonos mezclando afirmaciones y preguntas acerca de la autonomía y la política.

Hoy, con cinco programas sobre el éter, nos parece apropiado y necesario retomar aquel hilo.

El tiempo transcurrido como colectivo dispuesto a la aventura de ver, buscar y hacer políticas emancipativas, autónomas y en ruptura con el pasado, sigue siendo un momento fugaz.

En el camino tuvimos hallazgos, tropezamos con las mismas piedras, conectamos con experiencias compañeras y también nos equivocamos. Acá mismo y hacia adentro. En una deriva a la que no siempre domamos.

Pero aún así nos reafirmamos en la intención de largarnos a pensar la política, meternos con el sentido común, interpelar los conflictos, contar las luchas.

Somos cualquiera y nos puede escuchar cualquiera. Aquella oreja despierta a interpelar e interpelarnos acerca de la política y sus derivas que van de las bibliotecas a cada pelea, de lo personal a la organización que enciendan la mecha.

Seguimos pensando que la política es una experiencia de pensamiento, práctica y organización que se realiza contra el Estado y la lógica social imperante. Y queremos ver de qué modo aprendemos a mejor hacerla.

Creemos que hay otras lógicas y que la intervención realmente transformadora es la que antagoniza radicalmente no solo con sus programas y métodos sino con sus acciones organizadas.

No logramos domesticarnos ni comprender la pulsión de la marea, el agua amenaza nuestras bocas y las palabras se nos escurren cuando no estamos a la altura de lo que soñamos.

Y sin embargo, la medianoche es la hora de re-conocernos y atrevernos a construir ese común que nos guíe hacia “Después de la deriva”.

Programa #5 – Zapatismo

El 1 de enero de 1994 cientos de hombres y mujeres indígenas de distintos pueblos en méxico se levantaron en armas, con sus rostros cubiertos por pasamontañas para, a su decir, ser vistos. Se presentaron como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y, con el correr de los años, esta guerrilla que arrancó aparentemente como otras en Latinoamerica fue virando hacia las bases, alejándose del fuego, y tomando la palabra.

Más de 23 años después su fuerte no son las armas sino el trabajo, sus formas organizativas, sus convicciones anticapitalistas plasmadas en su hacer, aun con sus dificultades, límites y errores.

Horizontalidad, anticapitalismo; creatividad, autonomía, autogestión; burlar lo políticamente correcto y esperable, democracia directa y asamblearia, son algunas de las búsquedas hacen del zapatismo movimiento hermano, con quien asociarse en objetivos y posibilidades, aún desde la humildad de cualquier pequeño grupo disperso en algún lugar del mapa.

En los últimos meses el zapatismo, como parte del Congreso Nacional Indígena, ha sido nuevamente noticia por su anuncio de presentarse a elecciones presidenciales en México con una candidata indígena, tras un largo proceso de debate interno.

Aunque en Después de la Deriva no necesitamos que los temas estén en agenda, nos pareció un buen momento para hablar sobre este movimiento, que muchos consideran la última invención política de estas latitudes, para acercarnos a pensar ¿Qué hay en el zapatismo que trasciende su propia existencia?

¿Qué fue lo que los diferenció y diferencia de otros movimientos? ¿Cómo organizan su vida, su producción, su educación? ¿Cuál es la importancia de la construcción social, en las comunidades, de sus formas de gobierno? ¿Es posible pensar esa relación en términos de «distancia del estado»?

Y, fundamentalmente, ¿Cuáles son los problemas que ellos vislumbran para haber llegado a presentar una candidata a las próximas elecciones?

Pero, por aquí, por nuestros territorios y prácticas, también queremos interpelarnos, ¿Cómo nos está yendo en eso de mandar obedeciendo, o en eso de no destruir la naturaleza, o en el enlace de nuestras rebeldías, o en tantas propuestas afines, cuando la estrategia es esa distancia del estado?