Programa #13: Votar o no votar: ¿Esa es la cuestión?

Nuevamente el Estado convoca a un proceso de elecciones para que el pueblo continúe sin gobernar ni deliberar y sólo lo hagan sus representantes.

Para tal fin exhibe una vez más su joya más reluciente: el voto. Es tan fuglurante que nos encandila y nos impide ver que se trata de una de las formas más genuinas para hacernos creer que decidimos el rumbo del país, cuando realmente no hacemos otra cosa que legitimar la dictadura del capital.

Sin embargo tenemos un puñado de interrogantes que queremos compartir con las y los oyentes que esta noche nos presten su oreja.
Inquietudes que nacen de que aún cuando este ritual se repite una y mil veces sin que el funcionamiento del país cambie sustancialmente, muchísima gente sigue yendo a votar.

¿Qué es aquello que los motiva para votar aún sabiendo el poder casi nulo de su acto? ¿Quizás sea ese pertinaz aliado que tienen los poderosos, cuando nadie los enfrenta con fuerza, y que consiste en que la población se conforme eligiendo el mal menor?

¿El voto, aún en su esterilidad, puede ser un vehículo eficaz para expresar una voluntad popular? En otras palabras, ¿es un medio capaz de trasmitir una idea o un sentir del o de la votante que sea confiable para extraer de él una interpretación con valor político?

¿El voto que se reclama desde el poder del Estado es igual que el voto que decide en una asamblea popular el rumbo de una lucha?

Desde una política de ruptura y emancipativa ¿qué sentido tiene afirmar que en circunstancias especiales puede ser útil o necesario votar?

Estas y otras cuestiones salpicarán esta noche aquí en La Tribu para ayudarnos salir cuanto antes de esta deriva.

Programa #12 – ¿Horizontalidad u horizontalismo?

Si las asambleas tienen la potencia de marcar alguna diferencia respecto a otras formas de abordar las decisiones colectivas es porque pueden dar lugar a una dinámica horizontal en la circulación de la palabra y, a partir de ahí, habilitar el encuentro de múltiples miradas capaces de decidir en conjunto.

En este contexto, la horizontalidad se nos presenta como una clave para que una asamblea aspire a ser algo más que un eufemismo ante las formas verticales de abordar las decisiones colectivas.

Obervamos, además, que aquellas experiencias que abandonaron su conformación y prácticas horizontales para volcarse a una estructura más vertical han ido, más causal que casualmente, abandandonando también sus aspiraciones por una política emancipativa, autonoma e igualitaria.

Por otra parte, vemos una militancia de la horizontalidad como fin en sí mismo, lo que llamamos horizontalismo, y es aquí donde nos sentimos interpelados:

¿Es la horizontalidad una afirmación propositiva o es la negación de la verticalidad? ¿Organizarnos de forma horizontal nos alcanza?

En nuestro programa número doce nos inquieta indagar acerca de la relación que hay o pudiera haber entre la horizontalidad y el horizontalismo. ¿Son acaso lo mismo? ¿Es el horizontalismo una cuestión política? ¿Lo es la horizontalidad por sí misma?

Nos preguntamos también si los espacios asamblearios encuentran dificultades ante una demanda sistemática de horizontalidad o, por el contrario, si es esa demanda la que los fortalece ¿Es la horizontalidad, como consideran sus detractores, un obstáculo para la resolución de conflictos o para la toma de decisiones?

Programa #11 – La organización de los trabajadores atravesando la política y la autonomía

Así como el pensamiento revolucionario clásico hallaba en las relaciones laborales y en el trabajo mismo la base necesaria de cualquier proceso emancipativo, el quiebre que en el siglo XX se produjo, y que a partir de 2001 se instaló en las nuevas experiencias de nuestro país, dio lugar a una nueva condición: sin partidos ni sindicatos.

Las nuevas experiencias se han focalizado en distintos aspectos de la vida social: cuestiones de género, étnicas, territoriales, ecológicas, médicas, alimentarias, etc. han pasado a primer plano. ¿Qué lugar ocupa el trabajo en esta constelación? ¿Qué es lo que puede hacerse ante la conflictividad laboral partiendo de aquella premisa?

Para abrir esta cuestión hemos pensado el programa de hoy. ¿Puede afrontarse la conflictividad laboral sin alguna clase de organización de los trabajadores? ¿Cualquier organización de trabajadores sería sindical? ¿Qué es lo que rechaza la premisa de organizarnos “sin sindicatos”?

Hoy queremos preguntamos cómo pueden abordarse las cuestiones laborales sin reproducir aquellas formas políticas como la representación y consiguiendo algún efecto en relación a los conflictos que aparecen. ¿Qué características serían necesarias para organizaciones así? ¿Hay algo de lo político que intervenga en esto, o se trata únicamente de cuestiones económicas?

Con las experiencias al hombro y los problemas por delante, intentaremos otra vez abrir el diálogo pensando juntos, Después de la Deriva.

Programa #10 – ¿Es la asamblea una herramienta para la emancipación?

¿Cómo ignorar el carácter político que hay potencialmente en cualquier asamblea? La reunión de los cualquiera que toman la palabra y deciden por si dándose sus propias reglas es sin dudas un germen de lo político, a tal punto que en la historia mundial reciente el momento asambleario estuvo involucrado en la mayoría de las revueltas de los pueblos.

Pero no todo es color de rosa. En un hecho asambleario encontramos, como en cualquier hecho político, límites, variaciones, incertidumbres y por qué no, también, grandes errores y malas decisiones.

Inmediatamente notamos que hay cuestiones de forma que caracterizan a las asambleas populares que no estarían presentes en otras instancias asamblearias (ya sea en sindicatos, centros de estudiantes o el mismo Congreso de la Nación que es la asamblea de nuestros representantes).

Las asambleas populares no se ven necesariamente constreñidas por un armazón legal de hierro que organiza sus funcionamientos sino que abren la posibilidad de pensar-hacer sus propias formas en función de necesidades concretas y objetivos particulares en situaciones diversas.

Ahora bien, el considerar la forma por encima del contenido o al menos al margen del contenido y del contexto particular de cada asamblea nos puede llevar a un problema donde la formalidad obstruye la emergencia de nuevas posibilidades.

La asamblea no es sólo la toma de la palabra sino la articulación conjunta de un nuevo enunciado y acto político. Además de producir el cambio subjetivo (que es notorio en quienes han atravesado largos procesos asamblearios) se plantea el problema de la eficacia política a la hora de interpelar al “otro poder”, con sus policías, sus fiscales, sus punteros, sus periodistas, sus diputados y toda su maquinaria discursiva y legal.

Aquí es donde encontramos uno de los puntos de detención de muchos procesos asamblearios. ¿Cómo trasladar la potencia de las decisiones e incidir en el afuera? ¿cómo lograr la capacidad de modificar la situación en la que se encuentra localizada? ¿cómo evitar que la pureza de las formas licúe los contenidos sin por eso renunciar a la libre e igualitaria circulación de la palabra?

Creemos que éstas no son cuestiones generales que puedan tener una solución mágica para todos los casos, sino que involucran también el plano de la creatividad a la hora de elegir estrategias creativas y sostener su funcionamiento en ideas nuevas y propósitos que excedan el marco local donde la asamblea surge o se convoca, así como sus objetivos y necesidades inmediatas.

Por eso hoy queremos poner a consideración estos problemas, explorar las potencias y los límites de lo asambleario y, tal vez, dejar alguna idea que tuerza el punto de vista, condense y ayude a pensar estas inquietudes desde sus posibles causas y abrir así el campo para nuevas consecuencias políticas.