¿Por qué pensamos que es válido preguntarnos nuevamente sobre el significado actual del gran revolucionario de hace dos siglos? El propio Marx se asombraba que en la Londres de 1850 la gente siguiera experimentado el placer estético que le propiciaba la Tragedia Griega, cuando en su época no quedaban rastros de las condiciones históricas en donde aquella había nacido. Hoy nosotros tenemos que dar otra respuesta de la que en su momento dio el prusiano Rojo para salvar a su determinismo histórico de un bache evidente.

Quizás los inmensos pensamientos y obras que en su momento significaron una invención inesperada para el mundo tengan la potencia de permanecer en el tiempo, una especie de eternidad laica, para ser revisitados, reformulados o criticados. En esta perspectiva creemos en la actualidad de su doctrina.

Una actualidad que dolorosamente se nos presenta a raíz del oscuro desfondamiento de su proyecto de liberación integral de la humanidad de toda dominación. Oscuro porque se fue apagando lentamente y en los lugares de sus aparentes triunfos tomó forma el más despiadado capitalismo y la idea misma del comunismo desapareció.

Queremos preguntarnos hoy, viendo sus efectos, si su destino ya estaba agazapado en el cuerpo de sus ideas. ¿O será que todo ideal universal de justicia e igualdad está destinado al fracaso por ser una mera ilusión totalizadora? ¿Su concepción de la política como lucha de clases quedó rebalsada por la composición social del capitalismo de la era digital y la producción de una subjetividad posmoderna que nos atrapa?

En Después de la Deriva creemos que esos interrogantes no se vierten sobre un espectro o una foto sepia sino sobre la potencia de unas ideas que si ayer nomás quedaron tantas veces encerradas en formatos dogmáticos, siguen siendo una de las materias primas posibles para hacer un mundo distinto y mejor. Y de eso trataremos de hablar esta medianoche.

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