nota: por fallas técnicas, este audio termina unos instantes antes del cierre del programa.

La reforma laboral que impulsa el gobierno de Cambiemos y que negocia con las centrales sindicales se inscribe en el marco de un sistema capitalista que vence las fronteras nacionales con la fuerza líquida de la globalización. Las tecnologías contemporáneas, desde las técnicas de gobierno hasta los dispositivos informáticos y la maquinaria productiva, habilitan cada vez más la movilidad del capital. Por eso es que esta reforma (conjugada con la reforma jubilatoria e impositiva) se hace en nombre de las inversiones extranjeras.

Esta movilidad es sustancial para el capitalismo, y siempre lo fue. El nuevo marco legal es la manera de acomodarse del Estado a los tiempos que corren. Es, por lo tanto, una novedad conservadora, como tantas otras que decoran la injusticia.

Como respuesta a esta expansión, la organización obrera supo consolidar a mediados del siglo XIX un internacionalismo que puso de relieve que la única frontera es la que separa a oprimidos de opresores, en la afirmación de que los trabajadores no tenemos patria, afirmación que fue combatida con los nacionalismos corporativos del siglo XX. Sabemos quién ganó.

Estos nacionalismos, junto con la represión franca, habilitaron formas de gestión estatal que pudieran ordenar esas relaciones evitando así su abolición, contribuyendo a aplacar la resistencia en retirada. La legislación laboral argentina no es una excepción sino la forma local en la que los Estados del siglo XX han intervenido en la gestión del capitalismo.

Hoy, abastecidos con nuevas herramientas, los Estados recomponen las formas de gestión de las relaciones económicas con reformas laborales que avanzan de forma desigual y diversa suerte en las distintas regiones del mundo. En nuestro caso, un liberalismo lúcido, aggiornado y violento avanza sobre derechos que los trabajadores logramos imponer a la gestión estatal, sin haber podido ir más allá. En la violenta asimetría propia de las relaciones económicas capitalistas, los pocos espacios de protección legal que venimos teniendo los estamos perdiendo. La reforma laboral, así, se integra en el nuevo canon de la gestión estatal para la administración de un capitalismo cada vez más global, cada vez más fluido, cada vez más impune.

En nuestra penúltima deriva del 2017, decidimos poner sobre la mesa esta cuestión, intentando considerar la reforma laboral en el seno de un sistema que excede el imaginario nacionalista que supimos conseguir, y que responde a un sistema tan injusto como voraz, cuyo nombre es capitalismo.

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