¿Cómo ignorar el carácter político que hay potencialmente en cualquier asamblea? La reunión de los cualquiera que toman la palabra y deciden por si dándose sus propias reglas es sin dudas un germen de lo político, a tal punto que en la historia mundial reciente el momento asambleario estuvo involucrado en la mayoría de las revueltas de los pueblos.
Pero no todo es color de rosa. En un hecho asambleario encontramos, como en cualquier hecho político, límites, variaciones, incertidumbres y por qué no, también, grandes errores y malas decisiones.
Inmediatamente notamos que hay cuestiones de forma que caracterizan a las asambleas populares que no estarían presentes en otras instancias asamblearias (ya sea en sindicatos, centros de estudiantes o el mismo Congreso de la Nación que es la asamblea de nuestros representantes).
Las asambleas populares no se ven necesariamente constreñidas por un armazón legal de hierro que organiza sus funcionamientos sino que abren la posibilidad de pensar-hacer sus propias formas en función de necesidades concretas y objetivos particulares en situaciones diversas.
Ahora bien, el considerar la forma por encima del contenido o al menos al margen del contenido y del contexto particular de cada asamblea nos puede llevar a un problema donde la formalidad obstruye la emergencia de nuevas posibilidades.
La asamblea no es sólo la toma de la palabra sino la articulación conjunta de un nuevo enunciado y acto político. Además de producir el cambio subjetivo (que es notorio en quienes han atravesado largos procesos asamblearios) se plantea el problema de la eficacia política a la hora de interpelar al “otro poder”, con sus policías, sus fiscales, sus punteros, sus periodistas, sus diputados y toda su maquinaria discursiva y legal.
Aquí es donde encontramos uno de los puntos de detención de muchos procesos asamblearios. ¿Cómo trasladar la potencia de las decisiones e incidir en el afuera? ¿cómo lograr la capacidad de modificar la situación en la que se encuentra localizada? ¿cómo evitar que la pureza de las formas licúe los contenidos sin por eso renunciar a la libre e igualitaria circulación de la palabra?
Creemos que éstas no son cuestiones generales que puedan tener una solución mágica para todos los casos, sino que involucran también el plano de la creatividad a la hora de elegir estrategias creativas y sostener su funcionamiento en ideas nuevas y propósitos que excedan el marco local donde la asamblea surge o se convoca, así como sus objetivos y necesidades inmediatas.
Por eso hoy queremos poner a consideración estos problemas, explorar las potencias y los límites de lo asambleario y, tal vez, dejar alguna idea que tuerza el punto de vista, condense y ayude a pensar estas inquietudes desde sus posibles causas y abrir así el campo para nuevas consecuencias políticas.
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