Después de la multitudinaria concentración del ultimo 24 de marzo para repudiar a la peor dictadura genocida que azotó a nuestro pueblo, y porque estamos convencidos que no hay que ceder ni un milímetro en la lucha contra lo que políticamente representó esa barbarie, es que hoy venimos a interrogarnos si la doctrina de los Derechos Humanos, presentada como una referencia intocable, casi sagrada de esa lucha, no es al mismo tiempo una vía que habiendo sido promovida por los dueños del mundo, termine arrinconándonos en un callejón sin salida.
Nos inquieta que la defensa de los Derechos Humanos haya sido proclamada por el gobierno de EE.UU, en la década del 70, como el principio que guiará sus relaciones exteriores. Pero al mismo tiempo comprobamos como en nombre de ese principio supremo lleva adelante las más atroces invasiones destrozando todo lo que se le oponga en su camino
Tan inquietante como que esos Derechos Humanos son invocados también por los genocidas para obtener beneficios.
También queremos discutir el papel inmaculado de la memoria. Después de Auschwitz se dijo que el deber ético supremo de la humanidad era: “Que Auschwitz no se repita” antecedente de nuestro “nunca más”. Nos preguntamos qué tipo de humanidad estamos edificando si su futuro está condenado a evitar lo peor y no, por ejemplo, a revolucionar esta sociedad en la que vivimos. ¿Por qué la memoria debe fijarse obligatoriamente en recordar hasta el hartazgo el horror y no en aquellas luchas que a lo largo de la historia han querido transformar el mundo? ¿Podemos existir dignamente viendo en el horizonte exclusivamente lo peor para luego consolarnos eligiendo el mal menor?
No podemos comprender la visión que del Hombre tiene esta Declaración Universal, ya que pone a la simple vida, la vida biológica, como el valor supremo que estos derechos deben defender. ¿Podemos hoy conformarnos con esta visión puramente biologista y natural de la humanidad del hombre? ¿Debemos construir una humanidad diferente o conformarnos con aspirar únicamente a la supervivencia, como cualquier especie animal?
Pero lo que más nos golpea y queremos debatir es esa conjunción indisoluble que los poderosos han tejido entre Derechos Humanos y Democracia. En su nombre han condenado para siempre las luchas llevadas el siglo pasado para cambiar este mundo, con sus epopeyas y desastres. Y si hoy nos moviliza hacer un necesario balance de aquella época, nos parece imprescindible interrogarnos a fondo qué hacemos compartiendo un campo que fue ideado y abonado diariamente por nuestros enemigos declarados.
Quizás en esta deriva empiecen asomar algunos puntos imprescindibles para fijarlos como nuevos mojones y empezar a sospechar que el capitalismo marcha sin tropiezos de la mano de los derechos humanos y su democracia.
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