El asesinato de Facundo, el niño tucumano de 12 años baleado por la policía la semana pasada, volvió a poner en el corazón de nuestras vidas la cuestión del asesinato impune, oculto bajo el eufemismo del “gatillo fácil”.

Según datos de enero de este año de la Correpi 5.462 personas fueron asesinadas por el aparato represivo del estado desde 1983.

725 corresponden al gobierno de Cambiemos, 725 asesinatos del estado en 721 días de gobierno lo que da un promedio de un muerto cada 23 horas.

Correpi también recordó que durante el kirchnerismo una persona fue asesinada cada 28 horas por las fuerzas de seguridad.

Aunque las estadísticas son por ahora a penas un poco superior durante el Gobierno de Cambiemos, todo indica que esta gestión romperá records históricos en represión y crímenes, amparados por la denominada “doctrina Chocobar”. A lo que habría que agregar, como lo muestran las jornadas de lucha de diciembre del año pasado, que para activar ese gatillo sólo hay que salir a la calle a manifestarse contra una injusticia.

Dispuestos a denunciar tanto como a reflexionar, nos preguntamos en Después de la Deriva, ¿qué encontramos de diferente entre las represiones hechas en la dictadura de antaño y las que hoy padecemos viviendo en una supuesta democracia? ¿Elegimos el mal menor para dejar intacto al peor y que así nos siga dominando? ¿Quizás Chocobar sea menos malo que Videla?

Queremos pensar cuándo un “gatillo” no es fácil. También nos preguntamos si no será la elección del mal menor el que explica cómo convive un gobierno que se dice defensor de los derechos humanos con fuerzas que asesinan o desaparecen, o bien cómo se potencia a sí y a sus votantes una gestión que promete “poner orden” y banca públicamente a un asesino llamándolo héroe.

Con preguntas, con rabia, con la convicción de que necesitamos y meremos un mundo distinto e igualitario, transitamos esta nueva deriva esperando, una vez más, aportar ideas que ayuden a construirlo.

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