En la “noche de la filosofía” que se realizó el 30 de junio último, en el corazón mismo de los discursos preparados para ser leídos y escuchados, irrumpió sin aviso la política. ¿El motivo? Más de 400 compañeros y compañeras de la agencia TÉLAM fueron despedidos en nombre de un salvaje plan de ajuste que el gobierno de Cambiemos lleva adelante bajo el mandato del FMI.

Las salas fueron ocupadas por quienes querían que su voz fuera escuchada y muchos expositores y expositoras cedieron solidariamente su espacio para que esas voces se expandan. Otros se negaron argumentando que los estaban interrumpiendo. Del otro lado se les contestó a viva voz “que la filosofía interrumpe”. Por eso en esta Deriva nos queremos preguntar ¿qué diálogo podemos hoy pensar entre la filosofía y la política? Sabiendo lo difícil que es relacionar dos experiencias que en nuestros días parecen debilitadas o en extinción, sin embargo creemos que pueden haber puntos de encuentro, de compatibilidades.

Por ejemplo, la caída del Muro de Berlín fue interpretada por la ideología neoliberal como el triunfo de la democracia frente al totalitarismo. Y desde allí impuso que toda decisión política quedaba reducida a esa única opción. Simultáneamente la filosofía fue colonizada por la posmodernidad que levanta las banderas del fin de los grandes sistemas metafísicos, de los relatos, de la historia, de las totalizaciones universales, de la verdad, etc., sumiéndonos en un horizonte de pura diseminación de todo lo que hay. Así convirtió a la humanidad en una pobre existencia de seres finitos que no son otra cosa que vivientes mortales.

Frente a esto, ¿qué decir del lado de los que no renunciamos a una renovada experiencia política que busque la emancipación de la humanidad? ¿Con qué filosofía interrumpimos este escepticismo generalizado? ¿Sobre qué apoyarnos para no reproducir las viejas políticas del pasado que resisten en su inercia?

Estas y otras interrogaciones serán el paisaje que acompañarán a esta nueva Deriva, buscando, como siempre, lo que haya después de ella para reafirmar, como dice la canción que nos identifica, que “hay esperanza en la deriva”.

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