Cuentan que durante la ocupación nazi en Paris, un oficial del ejército alemán asaltó el piso parisino de Picasso y, al ver una fotografía del Guernica, preguntó al artista si lo había hecho él. “No, ustedes lo hicieron”, respondió Picasso. Puede que la historia sea un rumor popular inverificable, pero poco nos importa en este momento.

Hoy queremos indagar en nuestro programa de qué naturaleza es la relación entre el arte y la política, o entre lo artístico y lo político. ¿Es su combinación un gesto necesario para el arte? Y de ser así ¿Cómo asegurarnos que el arte no sirva a los interés de políticas conservadoras?

Durante el Siglo XX quedó más que evidenciado que el vínculo entre los movimientos (artísticos, políticos, científicos y etcétera) que se proponían cambiar radicalmente las cosas era un vínculo más que posible.

Ahora nuestras preguntas giran en torno a las implicancias de esta relación: ¿Es la obra de arte la que hace el vínculo con la política o es el compromiso del artista el que la sostiene? ¿Existe la posibilidad de conservar una autonomía de ambos campos a pesar de fomentar su intersección? Otra cuestión que nos preocupas es si la politización del arteimplica necesariamente incluir distinciones insidiosas como las del “arte popular” y las “bellas artes”, o como antaño lo fue el “arte socialista” y el “arte burgués”.

En definitiva entendemos al arte como una práctica destinada a modificar en el espectador un hábito perceptivo, de crear mediante la disposición de elementos sensibles en el tiempo y en el espacio una forma nueva de experimentar lo sensitivo y por ende una forma nueva de educar la conciencia. Por esto es que pensamos que el arte hoy puede ser una herramienta central a la hora de encarar una tarea política que entendemos es la más urgente. En un mundo signado por el pesimismo y la resignación, donde vemos por todas partes a la creatividad entregarse a construir imágenes de la decadencia y del fin de los tiempos, pensamos que un arte comprometido y militante puede ser de gran ayuda a la hora de crear nuevos imaginarios que nos permitan, si no cambiar al mundo, al menos sembrar en la imaginación la idea de que no es imposible.

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