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De las múltiples lecturas que se han hecho de 2001, que van desde calificarlo sólo como una crisis hasta como un argentinaso, nosotros hemos visto en aquellos días un acontecimiento, y su huella, estampada en la frase Que se vayan todos, seguirá siendo un punto de referencia esencial para las políticas de emancipación.

Quizás en esas poderosas jornadas nacieron efectivamente múltiples novedades destinadas a conmover las fatigadas formas de los viejos estereotipos de política revolucionaria.

¿Cuál es nuestra mirada con la que intentamos empezar a salir de esta deriva? Una simple apuesta: pensar las condiciones actuales por fuera de un horizonte que precisamente aquél acontecimiento se empeña en subvertir.

Se hace necesaria, por lo tanto, una reflexión que apunte a ir tejiendo una nueva matriz de pensamiento, acción y organización política para una próxima etapa de las luchas emancipadoras a nivel planetario que sea capaz de poner en cuestión este dominio global del capitalismo y su (in)maculada democracia.

Las jornadas de diciembre de 2001 afirmaron en las calles que no tolerábamos más la farsa democrática y que podíamos hacer política desde un lugar diferente.

Pero los modos en los que el sistema se recompuso de aquel impacto nos empuja a interpelarnos acerca de cómo darle efectividad a la organización horizontal, asamblearia y por abajo.

En nuestro último programa de 2017 trataremos de visitar los ecos de aquella epopeya pero también algunas razones que arriesguen a explicar la distancia entre aquellos fuegos libertarios y la situación actual, y qué hacemos para reponer esos ideales activos que hoy aparecen difuminados en lógicas partidarias que, justamente, licúan su irreverente potencia de organización e inventiva.

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