El mundo distópico que exhibió la última pandemia sigue dando señales que profundizan la alarma y en esa veta de terror Montevideo es hoy en día la primera ciudad capital del mundo en quedarse sin agua potable.
Y por detrás y debajo de la sequía que acarrea el fenómeno climatológico de La Niña y las peleas entre gobiernos y políticos profesionales que cacarean para la tribuna, hay una población que ante el padecimiento que la saquea y la saque, decide organizarse.
Para quienes hacemos Después de la Deriva la noticia no necesariamente es la coyuntura acuciante, la denuncia del flagelo sino, más bien, la decisión de ver, contar e impulsar las formas en que las personas construyen comunidad para enfrentar la debacle que genera la gestión democrática del capital.
Por eso esta noche celebramos la posibilidad de encontrarnos con compañeros uruguayos como Daniel Pena y Marcos Umpiérrez que dan cuenta del desastre y, también y además, de cómo las gentes se hermanan en la denuncia, en las calles, en la decisión de buscar una solución, una salida común.
Entonces no faltarán aquí los datos duros de una ciudad que enclavada en pleno acuífero guaraní sin embargo ya no tiene agua como fruto de un entramado de malas gestiones, de la mercantilización de la existencia y del saqueo extractivista del agro-negocio (encabezado por proyectos sojeros y arroceros), la cadena forestal-celulósica y, por supuesto, las propias embotelladoras.
Pero ante la situación dada y aparentemente establecida de una lógica de consumo y desarrollo, irrumpe la asamblea, se activa la idea comunitaria, se piensa, se abraza y se acciona para que la inteligencia colectiva fluya y cante como ese río herido que quiere volver a la vida.
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