La consulta popular en la que Esquel le dijo «No a la Mina», el 23 de marzo de 2003, marcó un hito en la historia de la lucha socioambiental en Argentina, y nos arriesgamos a decir que en la de toda América Latina.Si bien la consulta no era vinculante, es decir, no tenía la capacidad legal de frenar la instalación de una mina a cielo abierto en el cerro Calfu Mauida, el rotundo no impidió que los gobernantes continúen con el proyecto.
Ese gesto potente de democracia real no pasó inadvertido por arriba y, desde entonces, la posibilidad real de que un pueblo decida si quiere o no la construcción de proyecto extractivista en sus territorios quedó prácticamente anulada.
Las actuales audiencias públicas que se realizan previa a la instalación de cualquier «emprendimiento» cumplen la función de tildar un casillero en la lista legal de pasos y están bien alejadas de ser escuchas reales a la opinión del pueblo.En esta edición de Después de la Deriva dialogamos con compas de aquella gesta chubutense y también con quienes hoy son convocades a participar de las audiencias para intercambiar ideas y percepciones sobre qué democracia es la que estamos viviendo, y para pensar juntes cómo hacer para ejercitar la libertad de elegir como comunidades cómo queremos vivir.
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