Hablar con Diego Castro, docente e investigador uruguayo e integrante del colectivo Zur-pueblo de voces, es arrimarse a un espejo de prácticas compañeras e ideas emancipatorias, pero además hacerlo en torno al libro “Mandato y autodeterminación. Pistas para desarmar la trampa estadocéntrica”, de reciente edición, añade condimentos al asunto.

Porque el relato propuesto por Castro –más allá de desarrollarse del otro lado del Plata- también interpela fuertemente las prácticas políticas de sectores del denominado campo popular que al desplegarse en la lógica de la representación, de quienes ganan y quienes pierden, no hace más que funcionar en sintonía con los opresores.

En tiempos donde el fantasma fascista encaja a la perfección en la lógica binaria por el mal menor y donde la defensa de lo estatal pasa a ser una cuestión aparentemente central, poner en perspectiva histórica cómo llegamos hasta acá viene a demostrar que repetir caminos y procedimientos llevan una y otra vez hacia el mismo abismo ¿Por qué entonces insistir con las recetas conocidas en lugar de atrevernos a lo nuevo que brota y late?

Desde el pasado y hacia el presente, el libro de Castro desnuda sin necesidad de la declamaciones grandilocuentes un tipo de subjetividad ligada a las formas estatales que más que en un laberinto nos colocan en un callejón sin salida como bien lo explica en un reportaje publicado en Zur: “Me hice la pregunta de cómo podría ser una política protagónica de lo social que no obviara la existencia de una política de Estado o una política estatal o estadocéntrica, peroque no se subordinara a ella” y respondiendo esa inquietud desde una descripción analítica, nos convida a inventar.

Con esa impronta se diferencia sin maquillaje entre el mandato y la demanda; mientras el mandato identifica el problema, lo asume y propone cómo resolverlo, la segunda opción delega la solución y celebra la dependencia.

En un 2023 donde en Argentina nos enfrentamos a un desolador panorama electoral, el extractivismo voraz desconoce toda grieta y los grupos políticos, sindicales y sociales giran en torno a palabras y ejercicios gastados, el texto de Castro es otra invitación a la aventura de pensarnos y actuar en consecuencia.

Vaya este diálogo como un aporte más de “Después de la Deriva” a la imperiosa necesidad de encontrarnos en la construcción de una comunidad de iguales que sin intermediarios se ponga a forjar ese mundo liberado de la explotación y sus secuaces.

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