Nuevamente el Estado convoca a un proceso de elecciones para que el pueblo continúe sin gobernar ni deliberar y sólo lo hagan sus representantes.
Para tal fin exhibe una vez más su joya más reluciente: el voto. Es tan fuglurante que nos encandila y nos impide ver que se trata de una de las formas más genuinas para hacernos creer que decidimos el rumbo del país, cuando realmente no hacemos otra cosa que legitimar la dictadura del capital.
Sin embargo tenemos un puñado de interrogantes que queremos compartir con las y los oyentes que esta noche nos presten su oreja.
Inquietudes que nacen de que aún cuando este ritual se repite una y mil veces sin que el funcionamiento del país cambie sustancialmente, muchísima gente sigue yendo a votar.
¿Qué es aquello que los motiva para votar aún sabiendo el poder casi nulo de su acto? ¿Quizás sea ese pertinaz aliado que tienen los poderosos, cuando nadie los enfrenta con fuerza, y que consiste en que la población se conforme eligiendo el mal menor?
¿El voto, aún en su esterilidad, puede ser un vehículo eficaz para expresar una voluntad popular? En otras palabras, ¿es un medio capaz de trasmitir una idea o un sentir del o de la votante que sea confiable para extraer de él una interpretación con valor político?
¿El voto que se reclama desde el poder del Estado es igual que el voto que decide en una asamblea popular el rumbo de una lucha?
Desde una política de ruptura y emancipativa ¿qué sentido tiene afirmar que en circunstancias especiales puede ser útil o necesario votar?
Estas y otras cuestiones salpicarán esta noche aquí en La Tribu para ayudarnos salir cuanto antes de esta deriva.