En la semana aniversario de la denominada “caída” del Muro de Berlin y pasados ya casi 30 años de aquel hecho que fue unánimemente signado en su momento, y por ambos lados, como un hecho destinado a marcar un compás en el tiempo histórico, nos permitimos preguntarnos, ¿Cuál es la historia que desde allí se desarrolló hasta nuestros días? ¿En qué medida los relatos, los balances y las proyecciones que rodearon al hecho en un discurso dominante conservan aun su actualidad? ¿Qué es lo que simbolizan ese muro y su caída?

Algunos de nosotros vemos la historia del “muro” como una gran paradoja, y a la vez su “caída” como la imagen de un consenso ideológico que dio por tierra con buena parte de los binarismos políticos del siglo XX.

Nuestra propuesta es revertir y problematizar algunos supuestos que comienzan incluso a nivel del lenguaje. Mientras que “el muro” fue levantado por la unión soviética en un país ajeno como Alemania que nunca terminó de congraciarse con el imperialismo soviético, su destrucción, nombrada universalmente “caída”, connota la idea de algo que se viene abajo por sí sólo.

Falto de cimientos políticos reales, la “caída” del muro se asemeja mucho a los personajes de tiras animadas que corren sobre el abismo, apoyados sobre la nada misma, hasta que se precipitan en caída libre sólo luego de ver hacia abajo y cobrar conciencia de que no hay más suelo donde pisar. ¿Cuándo comenzó a licuarse el piso del proyecto comunista soviético?

A contramano de la ficción de la “guerra fría” nos proponemos pensar si el primer ladrillo de ese muro acaso no estaba ya desprovisto de bases sólidas, y si la destrucción del muro pudo haber sido un pasaje al acto de la población berlinesa del este ante la anulación legal de todas las restricciones fronterizas.

Entonces, esta noche, conducidos por extrañas derivas, no podemos dejar de notar cómo la supuesta libertad inaugurada con la caída del muro de Berlin hoy se propaga a sangre y fuego con los nuevos muros que proliferan por doquier alrededor del globo.

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