El acontecimiento excepcional al que podemos dar una caprichosa marca calendaria en el 19 y 20 de diciembre de 2001 es, en verdad, una sucesión de luchas y formas de afrontarlas que exceden largamente ese par de jornadas históricas y se inscriben en la manera en que vastos sectores de la sociedad argentina decidieron desbordar lo dado y pensar y hacer colectivamente para torcer el rumbo crítico de un país devastado por las políticas implementadas por el menemismo.
Aquel tiempo que -de acuerdo a la óptica escogida para englobarlo- puede abarcar desde la irrupción piquetera a la restauración democrático-estatal conseguida por la presidencia de Néstor Kirchner mostró una variedad de apuestas novedosas, rebeldes e inclasificables para enfrentar las crisis y arriesgar salidas forjadas en construcciones comunitarias irreverentes, deseosas y alejadas de todo tipo de jerarquías.
Desde esta noche en que iniciamos la cuarta temporada de Después de la Deriva a través de La Tribu, queremos transitar este año hablando de aquellas cuestiones no ya para hacer un programa histórico, lamentar lo que no pudo hacerse o tratar de copiar torpemente las fórmulas que aparecieron entre el corralito, el hambre y la represión.
A lo que aspiramos es a tomar esas referencias callejeras y tumultuosas donde la política fue poner el cuerpo, inventar y desparramar la rabia y la alegría, para vincular esos días febriles y latentes con el presente que nos toca y ver hasta dónde aquellos gestos son -al mismo tiempo- amenaza y horizonte.
José “Pepino” Fernández, referente de la Unión de Trabajadores Desocupados de Mosconi, uno de los grupos piqueteros más combativos y consecuentes desde entonces, y Raúl Cerdeiras, agitador de las ideas que entraron en ebullición por esa época, son las primeras de las voces compañeras de un año donde recordar -como nos enseñó Eduardo Galeano en su “Libro de los abrazos”- signifique volver a pasar por el corazón para que se nos llene el pecho de esos vientos que precisamos para dar cada pelea
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