El cisma político-electoral generado por el inesperado triunfo de Javier Milei en las PASO del domingo último vino a desnudar la debacle social y, al mismo tiempo, la gastada estructura político-partidaria que nos trajo hasta acá.

Y mientras el sistema partidario sigue mordiéndose la cola con sus formas, sus maneras de acumulación, sus armados, sus profesionales y sus gestos oportunistas, como una banda sonora tragicómica en el centro de campaña del ganador, sus seguidores gritaba “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.

De las organizaciones sociales que motorizaron aquella gesta dosmilunera para terminar subsumidas en los aparatos de la burocracia al cántico emblema robado para otros fines, hay un trecho doloroso y trágico sobre el que urge hacer balance y tratar de espiar si queda margen para recuperar lo desandado.

No se trata, claro, de referir desde aquí loas a la democracia capitalista que nos sojuzga y saquea sino de tratar de volver a poner en circulación la imaginación política necesaria para re-conocernos y fundar aquello que se geste desde cimientos conocidos que remiten a la ancestralidad, a la tierra, pero también a la novedad de las ideas y las acciones que multipliquen el gesto.

Como otro aporte en ese sentido se torna necesario apreciar las palabras sostenidas en hechos que Cecilia Matta, desde la Asamblea Por la Vida Chilecito, nos refiere desde La Rioja en la pelea local contra los extractivismos.

Así mientras el poder provincial busca legitimar una reforma constitucional para sus proyectos en torno al litio, las comunidades organizadas se juntan, resisten, proponen y no se dejan cooptar.

Que este ejercicio de lo común sin representantes ni intermediarios sea el punto de partida para comenzar a encontrarnos a construir desde estos desoladores escombros y podamos decir a muchas voces que estamos Después de la Deriva.

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