La pandemia lo devora todo. Es presente, es show, es exceso, es una mueca macabra, la oportunidad de vender humo, la chance de avanzar con prácticas reñidas con los derechos y la reafirmación de que la tragedia no hace más que desnudar quiénes somos.
Entre la sorpresa por la magnitud mundial de este freno impensado y el enorme signo de pregunta que amenaza con caernos sobre la cabeza, tratamos de no perder la vista que nos permita mirar aquello que ocurre y espiar lo que se bosqueja en la lejanía.
Y para procurar configurar ese mapa borroso y terrorífico que escupe cadáveres, que denuncia a infectados y díscolos, que exhibe una tarea cruenta y silenciosa, no dejamos de buscar voces que nos ayuden a explicar aquello que no reconoce palabras.
A través de La Tribu, en esta nueva noche de martes, nos aferramos a apenas algunas certezas acerca del funcionamiento maquinal del mundo que nos trajo hasta acá; por un lado el avance criminal sobre el medio ambiente entendido como recurso a explotar y por el otro la pasiva posición de fichas que nos ubica en un tablero donde somos consumidores antes que ciudadanos.
Desde ese par de señales que damos como punto de partida cierto, vamos en busca de ideas y pensamientos que acompañen e incomoden los demás posibles que balbuceamos entre la bruma
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