Un pueblo siempre es único. Con los pies en ese territorio y no en otro; con la mirada en ese horizonte y no en otro.
Pero a veces un pueblo, además se organiza y denuncia. Dice que no a proyectos mineros de muerte. Dice que necesita saber las causas de una sequía que atraviesa; y también necesita entender por qué perdió, por ejemplo, dos tercios de su producción agrícola.
A veces los pueblos también abrazan; abrazan hacia adentro las comunidades abrazan esos ríos y también abrazan a visitantes para cuidar, para resistir, para contener. Y a veces esos pueblos también enseñan, enseñan a resistir, enseñan a organizarse, enseñan a caminar.
A veces esos pueblos multiplican sus experiencias al resto del país, se vuelven relatos, como Famatina, se vuelven historias como Esquel.
A veces esos pueblos son además programas radiales. En este programa número 305 de Después de la Deriva viajaremos a Jachal, Provincia de San Juan, para abrazar y ser abrazados por compañeros y compañeras que están allá, en ese increíble pueblo que hace años que resiste, se organiza, denuncia, abraza, multiplica…
Va este programa con un enorme abrazo a ese pueblo sanjuanino, pero también a esos múltiples pueblos de nuestro país y de nuestra América Latina que cotidianamente nos enseñan la pregunta, el recorrido acerca de cómo queremos vivir.
Una de las grandes trampas del sistema es separar las disciplinas, diversificar las lógicas y contraponer ideas y prácticas hasta poner centralmente en cuestión cómo vivimos y, más aún, de qué manera queremos vivir.
Desde estos micrófonos arrastramos nuestras propias contradicciones pero hacemos esfuerzos porque palabras y acciones caminen lo más cerca posible de los sueños que balbuceamos y en ese tránsito hoy vinculamos una vez más las artes con los territorios.
En esa búsqueda encontramos una síntesis posible en las canciones, el sentir y la coherencia de José Luis Aguirre, un artista de Traslasierra que condensa en su obra un diálogo fecundo y cierto entre disciplina y existencia.
De la mano del repertorio de su séptimo disco “Suelto”, un bello y hondo material audiovisual, que vino a presentar a Buenos Aires, charlamos con el Jose y nos pareció valioso centrar la emisión de esta noche en sus reflexiones y su música.
Pero, además, para completar un cuadro posible, necesario y absolutamente en línea con aquellas melodías, añadimos dos apuntes acerca de la amenaza extractivista y de las formas de organizarnos para enfrentarla que expresan les docentes de Chubut en paro –a través de la palabra del querido compañero Iván- y de la naciente asamblea de Valle Fértil en San Juan presentada por Axel, integrante de ese colectivo en formación.
Que las voces en lucha canten, que la reunión se haga danza, que la rabia nos encuentre, que más allá del enemigo seamos capaces de escribir un presente en plural que nos lleve a la emancipación son las ansias que volvemos a amasar esta noche en Después de la Deriva para aportar a esa amalgama que nos saque de la encerrona criminal del ahora, que cocine un mañana.
Cuando el 7 de octubre pasado Hamas atacó diferentes puntos de Israel y tomó el control del muro construido para aislar a los palestinos todos los medios internacionales se hicieron eco del horror de las muertes de civiles y secuestros en manos de este grupo.
Conmocionados por esos crímenes sin sentido en un contexto que excede a los pueblos, en Después de la Deriva queremos una vez más situar estos hechos en un devenir, en el que las muertes constantes de palestinos por parte del Estado israeilí no son tapa de ningún diario.
Para hacer este recorrido histórico, que comienza después de la segunda guerra, invitamos al sociólogo Gabriel Sivinian, integrante de la cátedra Libre de Estudios Palestinos a contarnos el origen de este conflicto, que ya lleva décadas y que recrudece cada tanto cobrándose cientos de vidas, sin que haya por el momento ninguna posibilidad de resolución.
El proyecto sionista que impone el desplazamiento de la población de la Palestina histórica a través de múltiples formas que van desde la apropiación del agua hasta el asesinato directo, no es más que una forma de colonialismo semejante a lo que se dio en la conquista de américa en los siglos XV y XVI.
En otro capítulo de esta novela terrorífica, allá por 2009, las y los compas zapatistas decían:
No muy lejos de aquí, en un lugar llamado Gaza, en Palestina, en Medio Oriente, aquí al lado, un ejército fuertemente armado y entrenado, el del gobierno de Israel, continúa su avance de muerte y destrucción.
Los pasos que ha seguido son, hasta ahora, los de una guerra militar clásica de conquista: primero un bombardeo intenso y masivo para destruir puntos militares “neurálgicos” (así les dicen los manuales militares) y para “ablandar” las fortificaciones de resistencia; después el férreo control sobre la información: todo lo que se escuche y vea “en el mundo exterior”, es decir, externo al teatro de operaciones, debe ser seleccionado con criterios militares; ahora fuego intenso de artillería sobre la infantería enemiga para proteger el avance de las tropas a nuevas posiciones; después será el cerco y sitio para debilitar a la guarnición enemiga; después el asalto que conquiste la posición aniquilando al enemigo, después la “limpieza” de los probables “nidos de resistencia”.
El manual militar de guerra moderna, con algunas variaciones y agregados, está siendo seguido paso a paso por las fuerzas militares invasoras.
Nosotros no sabemos mucho de esto y, es seguro, hay especialistas sobre el llamado “conflicto en Medio Oriente”, pero desde este rincón algo tenemos que decir:
Según las fotos de las agencias noticiosas, los puntos “neurálgicos” destruidos por la aviación del gobierno de Israel son casas habitación, chozas, edificios civiles.
No hemos visto ningún bunker, ni cuartel o aeropuerto militar, o batería de cañones, entre lo destruido. Entonces nosotros, disculpen nuestra ignorancia, pensamos que o los artilleros de los aviones tienen mala puntería o en Gaza no existen tales puntos militares “neurálgicos”.
No tenemos el honor de conocer Palestina, pero nosotros suponemos que en esas casas, chozas y edificios habitaba gente, hombres, mujeres, niños y ancianos, y no soldados.
Tampoco hemos visto fortificaciones de resistencia, sólo escombros.
Hemos visto, sí, el hasta ahora vano esfuerzo de cerco informativo y a los distintos gobiernos del mundo dudando entre hacerse patos o aplaudir la invasión, y una ONU, ya inútil desde hace tiempo, sacando tibios boletines de prensa.
Pero esperen. Se nos ha ocurrido ahora que tal vez para el gobierno de Israel esos hombres, mujeres, niños y ancianos son soldados enemigos y, como tales, las chozas, casas y edificios donde habitan son cuarteles que hay que destruir.
Entonces seguramente los fuegos de artillería que esta madrugada caían sobre Gaza eran para proteger de esos hombres, mujeres, niños y ancianos, el avance de la infantería del ejército de Israel.
Y la guarnición enemiga a la que quieren debilitar con el cerco y sitio que se está tendiendo en torno a Gaza no es otra cosa que la población palestina que ahí vive. Y que el asalto buscará aniquilar a esa población. Y que cualquier hombre, mujer, niño o anciano que logre escapar, escondiéndose, del asalto previsiblemente sangriento, será luego “cazado” para que la limpieza se complete y el jefe militar al mando de la operación pueda reportar a sus superiores “hemos completado la misión”.
Disculpen de nuevo nuestra ignorancia, tal vez lo que estamos diciendo no venga, en efecto, al caso, o cosa, según. Y que en lugar de estar repudiando y condenando el crimen en curso, como indígenas y como guerreros que somos, deberíamos estar discutiendo y tomando posición en la discusión sobre si “sionismo” o “antisemitismo”, o que en el principio fueron las bombas de Hamás.
Tal vez nuestro pensamiento es muy sencillo, y nos faltan los matices y acotaciones tan necesarios siempre en los análisis, pero, para nosotras, nosotros, zapatistas, en Gaza hay un ejército profesional asesinando a una población indefensa.
Por lo demás, pasará lo que de por sí va a pasar. El gobierno de Israel declarará que le propinó un severo golpe al terrorismo, le ocultará a su pueblo la magnitud de la masacre, los grandes productores de armamento habrán obtenido un respiro económico para afrontar la crisis y “la opinión pública mundial”, ese ente maleable y siempre a modo, volteará a mirar a otro lado.
Pero no sólo. También va a pasar que el pueblo Palestino va a resistir y a sobrevivir y a seguir luchando, y a seguir teniendo la simpatía de abajo por su causa.
Y, tal vez, un niño o una niña de Gaza sobrevivan también. Tal vez crezcan y, con ellos, el coraje, la indignación, la rabia. Tal vez se hagan soldados o milicianos de alguno de los grupos que luchan en Palestina. Tal vez se enfrente combatiendo a Israel. Tal vez lo haga disparando un fusil. Tal vez inmolándose con un cinturón de cartuchos de dinamita alrededor de su cintura.
Y entonces, allá arriba, escribirán sobre la naturaleza violenta de los palestinos y harán declaraciones condenando esa violencia y se volverá a discutir si sionismo o antisemitismo.
Y entonces nadie preguntará quién sembró lo que se cosecha.
Vaya esta Deriva tratando de preguntar (nos) quién sembró y qué sembró. Vaya esta deriva tratando de sembrar nuevas semillas que permitan florecer nuevos mundos, en medio oriente, en todo el planeta.
Acá estamos haciendo historia en tiempo presente mientras Medio Oriente regresa a las portadas del mundo, no para denunciar los atropellos sistemáticos del estado imperial y asesino de Israel, sino para mostrar la escalada criminal de Hamas, en una encrucijada que nos debe obligar a tomar dimensión política que no es el fanatismo religioso y terrorista ni mimetizarnos con el enemigo aquello que nos sacará de este hoy desolador.
Pensar las maneras de estar “Después de la Deriva” también es esta noche para las personas que sostenemos este espacio, presentar la película “HAM (Historia del Agua de Mendoza)” y a dos de sus mentores: el director Bernardo Blanco y la productora periodística Marcela Naciff, quienes plasman en el documental la imponente y silenciada lucha popular contra los extractivismos en 2019 y la ponen en diálogo con otras epopeyas y resistencias de similar carácter.
Y lo es, además, seguir recogiendo las voces compañeras en torno a la inquietud aniversario acerca de si consideramos que andamos a la deriva y de qué manera nos salimos de esa maraña.
Muchos afluentes en busca no ya solamente de respuestas sino de modos de hacer y de encontrarnos, de asumir el desastre al que nos trajo el capitalismo y su sálvese quién pueda y de seguir insistiendo acerca de que el camino de la emancipación será aquel que podamos inventarnos enlazando mundos, sueños y voluntades.