A 45 años del asalto al poder por medio de un golpe cívico-militar que cambió la geografía social y política de la Argentina, en Después de la Deriva postulamos que aquella asonada no solamente marcó un quiebre en la estructura del país sino que sus determinaciones y efectos llegan hasta hoy, más allá de las notables diferencias formales entre dictadura e institucionalidad democrática.
Detrás de la efeméride complaciente y de la apropiación gubernamental del aniversario, esta noche desde los parlantes de La Tribu queremos hacer memoria no solamente para honrar a los caídos en lucha por una sociedad distinta o para denunciar los alcances de un genocidio brutal, sino para atrevernos a marcar que los lineamientos organizativos y económicos plantados por las juntas militares y el poder concentrado de entonces, proyecta su larga sombra hasta nuestros días.
Y aunque se quiera maquillar el asunto con feriado y actividades de corrección ciudadana, los mismos que pintan los calendarios son los que fijan las agendas de arriba que en sus espíritus y búsquedas no difieren demasiado de las puestas a rodar por Videla, Massera, Martínez de Hoz y otras mierdas de la misma runfla.
Para poder hacer ese correlato incómodo pero absolutamente imprescindible, precisamos de una voz lúcida, compañera y militante como la del escritor e intelectual Miguel Mazzeo quien traza los puentes por los que caminan las decisiones y los alcances de unas medidas criminales y empobrecedoras de lo material y de lo simbólico de quienes habitamos esta porción de territorio al sur de América.
Se trata de un nuevo viaje al pasado cargado de presente buscando los ecos de aquello que fue tragedia y que se ha seguido repitiendo como farsa, como mera gestión del capital, como una dramática mansedumbre a lo posible. Capaz de rebelarnos a ese molde y sus señas queremos interpelarlo fuertemente para desde allí mostrar lo imperioso de construir otras formas de sabernos vivos, de interrumpir lo dado, de combatir por la emancipación.
Desafiando el refrán de que «nadie es profeta en su tierra» quienes hacemos después de la deriva quisimos dedicar este programa la charla con uno de nuestro integrantes, Guillermo Folguera, con la excusa de la reciente publicación de su libro La Ciencia Sin Freno.
En las hojas, guille traza un recorrido en el que poder, burocracia, ciencias, innovación, tecnología, publicidad y eficiencia se entrelazan siempre al servicio de una reproducción del capital y de la vida alienante, sin que el pregunta por el sentido esté en juego . Con interrogante de si se puede pensar una ciencia que acompañe otros modos de vida, que muchas y muchos ya practican apasionadamente, vaya esta nueva deriva con la esperanza de que el conocimiento científico se permita dialogar con otros saberes pero sobre todo con la intención de desnaturalizar esos hilos invisibles que hacen que la rueda gire sin obstáculos ni cuestionamientos.
Dos imágenes nos llegan a los celulares mientras pensamos en esta edición 175 de Después de la Deriva.
En una vemos un cordón de mujeres de distintas edades, con los brazos entrelazados y esas sonrisas de alegre rebeldía. Están impidiendo el paso de camiones en una ruta en Chubut. La foto la tomó otra compañera y es de la semana que pasó.
En la otra imagen, una mujer con un barredor de hojas está parada frente a un camión. Es una vecina del sur de Córdoba capital, donde una asamblea resiste hace años la presencia de la fábrica de bioetanol Porta Hermanos.
Las fotos ponen imágenes a esas resistencias con las palabras, con las ideas pero también con el cuerpo en dos latitudes diferentes del país y, a la vez, podrían ser la foto de otras asambleas socioambientales.
Las fotos nos recuerdan que aquí y ahora, el pueblo de Chubut -nucleado en la Unión de Asambleas de Comunidades de Chubut- resiste con fuerza que no se sancione la ley que pretende abrir la puerta a la megaminería en la provincia y que las Vecinas Unidas en Defensa de un Ambiente Sano (VUDAS) del barrio Parque San Antonio en Córdoba Capital siguen luchando para que se expulse a Porta del territorio.
Las fotos nos impiden mirar para otra lado, entendiendo que la lucha de cada pueblo es también una lucha por una vida digna de toda la humanidad.
Las fotos nos dan la excusa para llamar a las compañeras al sur y también para juntarnos un domingo al mediodía en la calurosa Ciudad de Buenos Aires donde las cordobesas vinieron de visita.
Aunque significativas, las fotos no son más que una pequeñísima imagen de luchas que en Después de la Deriva consideramos herederas de esas idea de 2001 con las y los cualquiera en la calle sin delegar a nadie la respuesta a la enorme pregunta sobre cómo queremos vivir.
El acontecimiento excepcional al que podemos dar una caprichosa marca calendaria en el 19 y 20 de diciembre de 2001 es, en verdad, una sucesión de luchas y formas de afrontarlas que exceden largamente ese par de jornadas históricas y se inscriben en la manera en que vastos sectores de la sociedad argentina decidieron desbordar lo dado y pensar y hacer colectivamente para torcer el rumbo crítico de un país devastado por las políticas implementadas por el menemismo.
Aquel tiempo que -de acuerdo a la óptica escogida para englobarlo- puede abarcar desde la irrupción piquetera a la restauración democrático-estatal conseguida por la presidencia de Néstor Kirchner mostró una variedad de apuestas novedosas, rebeldes e inclasificables para enfrentar las crisis y arriesgar salidas forjadas en construcciones comunitarias irreverentes, deseosas y alejadas de todo tipo de jerarquías.
Desde esta noche en que iniciamos la cuarta temporada de Después de la Deriva a través de La Tribu, queremos transitar este año hablando de aquellas cuestiones no ya para hacer un programa histórico, lamentar lo que no pudo hacerse o tratar de copiar torpemente las fórmulas que aparecieron entre el corralito, el hambre y la represión.
A lo que aspiramos es a tomar esas referencias callejeras y tumultuosas donde la política fue poner el cuerpo, inventar y desparramar la rabia y la alegría, para vincular esos días febriles y latentes con el presente que nos toca y ver hasta dónde aquellos gestos son -al mismo tiempo- amenaza y horizonte.
José “Pepino” Fernández, referente de la Unión de Trabajadores Desocupados de Mosconi, uno de los grupos piqueteros más combativos y consecuentes desde entonces, y Raúl Cerdeiras, agitador de las ideas que entraron en ebullición por esa época, son las primeras de las voces compañeras de un año donde recordar -como nos enseñó Eduardo Galeano en su “Libro de los abrazos”- signifique volver a pasar por el corazón para que se nos llene el pecho de esos vientos que precisamos para dar cada pelea