Dijimos en editoriales anteriores que no podemos saber con exactitud hacia dónde marcha el mundo. Decimos y repetimos incesantemente que la política no se hace de certezas sino de apuestas. Sin embargo hay una idea que se cierne sobre todos nosotros con cada vez más fuerza, algo en el mundo está cambiando, y ese algo trae el nombre de feminismo, de política feminista.
No sabemos aún el alcance de esta transformación que parece atravesar hasta los poros más profundos de la estructura política y social. Transformación que venimos intentando pensar en reiterados programas. Vemos en este movimiento una clara apuesta por el principio de la igualdad y celebramos todas las conquistas que hagan de la mujer un sujeto en igualdad de condiciones respecto de los varones.
El feminismo nos nutre diariamente con una crítica radical de las categorías del patriarcado que invocan una exhaustiva valoración del pasado tanto como un intenso diagnóstico del presente.
Pero hoy quisiéramos pararnos sobre la incerteza para indagar, no sólo por el alcance de estas críticas, sus límites, sus aciertos y sus potencias, sino también por el lugar de las mujeres en las formaciones sociales pasadas y presentes y por las perspectivas futuras, los mundos posibles…
Sin confundir igualdad con diferencia nos preguntamos por la vida de los varones y de las mujeres más allá del ámbito público, legal o institucional. ¿Cómo pensamos que estos cambios pueden afectar las relaciones entre las mujeres y con los varones en la vida diaria? ¿Cómo un nuevo mundo va a pensar nociones como el amor, la familia, la amistad, la seducción, etcétera? es feminismo equivalente a matriarcado? es la mujer lo mismo que o femenino?
Vamos a intentar pensar a partir de experiencias concretas y de comunidades donde aparentemente el imperativo patriarcal tal como lo conocemos no es el dominante, porque las hubo, las hay y las habrá.
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