El atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner sacudió fuertemente la escena política nacional pero en esa conmoción también brotada de este tiempo de inmediatez con la violencia transmitida en vivo y en directo por múltiples sistemas, fue más allá de la imagen y sus consecuencias.
Tomando prudente distancia de la búsqueda del rédito electoral que también sobrevino al suceso, el intento de asesinato despertó no pocas consideraciones acerca del valor de la vida en democracia, hizo gala del respeto a los derechos humanos y repuso la consigna del “Nunca Más” para remitir a cuestiones que, según se dijo, no están en juego en la sociedad actual.
La ligereza del consignismo, del slogan que se derrama desde bocas febriles define a quién lo dice, caracteriza a quien lo esparce y desnuda poderosamente a un sentido común que ha perdido el raciocinio o la decencia.
En una Argentina tan brutalmente injusta y desigual como cualquier nación capitalista con su ejército de personas hambreadas, hay que anotar rápidamente las desapariciones en democracia, los recurrentes casos de gatillo fácil de las fuerzas represivas, la expansión de las políticas extractivistas con su lastre de zonas de sacrificios y seres privados de territorios, agua y aire para respirar.
Cristina Fernández de Kirchner es parte central y protagónica del elenco gobernante de las últimas dos décadas, un período donde las injusticias, la impunidad y las violaciones a los derechos humanos gozan de excelente salud
¿Acaso alguien en sus cabales puede realmente decir que la pistola gatillada a centímetros de la cabeza de la funcionaria inaugura la violencia política de estos años? ¿Vale más la vida de una líder política que la de cualquier otro mortal? ¿Hacemos bien en depositar expectativas y sueños en la figura de una persona que, bien vale recordarlo, fue dos veces presidenta; tuvo un rol central en el gobierno de su esposo fallecido e integra la actual administración?
No se trata esta noche en Después de la Deriva de relativizar la agresión sino de poner en contexto cómo miramos como sociedad ese hecho y cómo lo hacemos dialogar con otros que forman parte de un cotidiano doloroso y desolador.
Una colección de voces compañeras, de reflexiones de cualquieras como nosotras, como nosotros, nos ayudan a pensar, a despertarnos, nos convidan a la inquietud y al menos, procura detener la frase de ocasión que dice que aquello que es falaz.
Vaya esta colección de palabras y reflexiones como un alerta necesario acerca del mundo que vivimos y no el que nos quieren hacer creer que habitamos porque tal vez de esa certeza aletargada surja la necesaria rabia que nos haga dar cuenta de lo imperioso que resulta hacernos cargo, dejar de ser soldados de las causas de otros y otras y, en cambio, hacer brotar la emancipación.
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