A diferencia de las polémicas de hace unos treinta años, donde se enfrentaban dos éticas y dos ideologías, hoy el debate del aborto confluye en muchas de las mismas fuentes y valores, como la defensa de la dignidad “intrínseca” del ser humano o la “no discriminación” (por sexo o por edad). Así, el enfrentamiento, sin enfriarse, se ha despolitizado y se ha desplazado a otros terrenos, más disciplinarios: la ciencia y los derechos humanos. El viraje revela una transformación que cambia de raíz el campo en que se discuten la vida y la muerte, los derechos y los poderes, y los indecidibles límites entre biología y moral. Ahora la cuestión del aborto se incluye casi automáticamente en el marco reciente de la bioética, y se debate junto con otras prácticas como la eutanasia, el trasplante de órganos y las nuevas tecnologías reproductivas. Ayer había dos morales enfrentadas, hoy hay un mismo ideal compartido y un mismo discurso: la defensa de la vida y de los derechos humanos. Y la misma fuente de legitimidad: la ciencia.

El lenguaje de las consignas condensa mucho más que lo que querrían reconocer los actuales protagonistas de estas luchas. El reclamo jurídico es el mismo; sin embargo, la exigencia política no lo es. Así nos hallamos no ya frente a un combate entre valores sino a un conflicto entre los dos derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida (del embrión) y el derecho a la libertad (de la mujer embarazada)

Encontramos en los derechos humanos argumentos irrefutables tanto para condenar como para defender la legalización del aborto. El conflicto es tan irresoluble como inesperado. ¿Cómo comprender que el mismo fundamento sirva para avalar prohibición y legalización del aborto? ¿Cómo comprender que tanto para condenarlo como para justificarlo se acuda a la ciencia como fuente de legitimidad? ¿Se trata meramente de hipocresía? ¿O quedan a la vista los límites de los derechos humanos como horizonte simbólico de nuestros deseos, necesidades y ambiciones?

Queremos invitarles a pensar, entre otras cosas lo siguiente: ¿apelar a los derechos humanos para defender la legalización del aborto es solo un argumento, una táctica instrumental, un medio a usar mientras sea conveniente y a desechar cuando ya no? Porque los derechos humanos, tal como se han instalado en la arena política desde fin de la década de 1980 en el mundo entero, son un modo de subjetivación: una nueva manera no solo de pensar, sino de sentir, una usina que produce no solo discursos sino subjetividades.

 

 

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