Haber sido parte del tercer Festival Puentes de Agua que se concretó en Jáchal no solamente nos empujó a encuentros organizativos para concretar la travesía autogestiva con espacios de todo el país, sino que además nos permitió conocer la dimensión política, social y humana de la Asamblea Jáchal No Se Toca y, de su mano, descubrir a otros actores de una comunidad que padece el doble estigma del extractivismo criminal y de la dictadura minera que lo niega y silencia.
Como parte de esa experiencia elegimos para esta noche la posibilidad de conocer dos aristas hondamente conectadas con la tierra de ese poblado sanjuanino que dan cuenta del alimento material y espiritual que resiste los embates del saqueo.
Por un lado charlamos con el alfarero y ceramista Jorge Navarro, un veterano porteño con más de medio siglo en San José de Jáchal, que a partir de la arcilla local viene creando maravillas que han trascendido largamente las fronteras y que actualmente decidió pasar la posta de esos saberes amorosos e inspiradores que conectan el alto vuelo de la creación con la raíces y la memoria de un territorio.
La visita nos reunió además con la campesina Ana Lara, quien como heredera de una tradición agrícola, describe con valentía y dolor el flagelo del agua mala y escasa con el que la minería pretende condenar a la extinción de una forma de vida que daba sustento y caracterizaba al valle.
Por fuera de este viaje pero en profunda conexión con un drama que ataca las entrañas de nuestra geografía, esta emisión 320 de Después de la Deriva comienza con el testimonio de Elizabeth del Valle Mamaní, comunera de la comunidad atacameña del altiplano del Salar del Hombre de Muerto en Antofagasta de la Sierra, Catamarca, quien narra el violento proyecto de extracción de litio que las empresas internacionales llevan adelante en esa región de Catamarca.
Conocer, escuchar, aprender y difundir son parte de la tarea –quizás inútil, siempre insuficiente- que nos sostiene como colectivo que hoy suma a Paula Blois como nueva compañera para así tratar de sacudirnos el flagelo del despojo al que pretenden acostumbrarnos mansamente y, en cambio, potenciar, a fuerza de rabia y belleza, ese otro mundo capaz que nos llama a actuar sin más demoras.