La consulta popular en la que Esquel le dijo «No a la Mina», el 23 de marzo de 2003, marcó un hito en la historia de la lucha socioambiental en Argentina, y nos arriesgamos a decir que en la de toda América Latina.Si bien la consulta no era vinculante, es decir, no tenía la capacidad legal de frenar la instalación de una mina a cielo abierto en el cerro Calfu Mauida, el rotundo no impidió que los gobernantes continúen con el proyecto.
Ese gesto potente de democracia real no pasó inadvertido por arriba y, desde entonces, la posibilidad real de que un pueblo decida si quiere o no la construcción de proyecto extractivista en sus territorios quedó prácticamente anulada.
Las actuales audiencias públicas que se realizan previa a la instalación de cualquier «emprendimiento» cumplen la función de tildar un casillero en la lista legal de pasos y están bien alejadas de ser escuchas reales a la opinión del pueblo.En esta edición de Después de la Deriva dialogamos con compas de aquella gesta chubutense y también con quienes hoy son convocades a participar de las audiencias para intercambiar ideas y percepciones sobre qué democracia es la que estamos viviendo, y para pensar juntes cómo hacer para ejercitar la libertad de elegir como comunidades cómo queremos vivir.
A partir de la convocatoria a una construcción del Proyecto de Ley en defensa del Agua en busca de darse forma a través de una Iniciativa Popular, en Después de la Deriva convocamos a dos de las personas que la impulsan para charlar y pensar en torno a los mecanismos de participación, el impacto de esas prácticas entre las colectivas involucradas y el resultado efectivo de esas propuestas inclusive en el caso de una sanción favorable.
Por eso y más allá de esta acción que desde enero pasado empezó a caminar personal y virtualmente, tomamos nota de concreciones y deudas en torno a Bosques, Humedales y Glaciares y nos preguntamos ¿Qué significa una ley en términos socio-ambientales en la Argentina de hoy?
Al mismo tiempo y sin poder salirnos de la encrucijada, pensamos en voz alta en torno a la utilidad de esas herramientas y sus efectivas aplicaciones y yendo más lejos si la energía puesta en esos resortes de la vía institucional, estatal y representativa no será mejor ponerla en fortalecer los espacios colectivos, asamblearios y territoriales que tomen los problemas en sus manos y concreten las soluciones necesarias para esa colectividad.
Por eso en el marco de este programa número 279 también nos interpelamos acerca de ¿qué otras formas nos damos, nos inventamos, para que nuestras peleas dejen de ser meramente defensivas?
Desde compas que hacen, resisten y activan a sus modos, ponemos a rodar otras inquietudes que pueden ser complementarias, de signo disidente o entregar nuevos posibles para bosquejar no ya una agenda de demandas sociales y ambientales sino, también y además, para seguir imaginando y construyendo de manera colectiva los mejores modos de enfrentar y superar la lógica de la democracia representativa y capitalista que nos ha traído hasta este colapso civilizatorio.
En meses atravesados por el ruido electoral y la zonza y a la vez inexplicable tranquilidad que otorga la sensación de que “por lo menos podemos votar cada dos años”, esta noche en Después de la Deriva nos hacemos eco una vez más de la gran película de compas de Artó cinebufón y con ellos nos preguntamos “¿Qué democracia?”.
Esta vez las respuestas inquietantes llegan desde Chubut de la mano de la referente mapuche Soledad Cayunao que pasó por Buenos Aires para, otra vez, informar sobre el avance de capitales extranjeros en los territorios ancestrales que ponen en vilo la ecodiversidad y las nacientes de un río que abastece de agua a buena parte de la provincia.
Hostigada, amenazada y judicializada, Soledad levanta su voz y sigue poniendo el cuerpo para defender una memoria y un presente que se parece demasiado a una nueva y cruel Conquista del Desierto que, esta vez, viene por aquello que los saqueadores ven como recursos naturales.
También Mingo y Fabricio, dos férreos y consecuentes compañeros que resisten en Jáchal y Las Grutas, dan cuenta de esos ataques por la tierra y por las aguas que el sistema democrático capitalista apaña y habilita.
Apenas tres ejemplos que se suman a la galería de voces que forman parte de los testimonios que pueblan este programa como denuncia, como despertador y también como invitación a que nos demos las formas de organizarnos que nos permitan asumir la aventura de estar enteramente vivos.
“Hay que dar vuelta el viento. Como la taba. El que no cambia todo. No cambia nada”, contaba hace ya varios años Alfredo Zitarrosa popularizando con su voz un texto de Armando Tejada Gómez.
Hasta hace algunas décadas, las demandas de los feminismos dentro de los movimientos populares e incluso autoproclamados revolucionarios quedaban en segundo plano porque lo central era la lucha de clases.
Un montón de testimonios de compañeras dan cuenta de cómo adentro de las organizaciones, las comunidades, etc. el patriarcado se reproducía sin cuestionamiento y los “mejores militantes” eran en realidad machos violentos.
Esto, que hasta hace tiempo era lo cotidiano, hoy resulta inadmisible. Sabemos que capitalismo y patriarcado se retroalimentan y caminan juntos, despojando nuestras cuerpas de los territorios.
Desde ese lugar, algunas compañeras sentimos que algo no anda bien cuando se celebra la llegada de una mujer a un puesto de poder, ya sea dentro del Estado capitalista en el vivimos, ya sea como CEO de una empresa con lógicas y prácticas extractivistas.
¿Qué estamos celebrando? ¿qué importancia tiene para construir un mundo mejor que el explotador sea hombre o mujer? ¿qué cambio sustancial se produce en una estructura de poder porque sus altos mandos sean ocupados por ellas?
Para esta charla, en Después de la Deriva convocamos a les compas Florencia Yaninello e Irina Gari, que desde Bariloche aceptaron el convite del debate.
Sabemos que se trata de un debate incómodo, pero también sabemos que podemos pensar al feminismo como un movimiento que luche por la igualdad, que proponga otras formas de vincularse entre personas, que apueste a la comunidad y no al individuo. Dicho de otro modo, pensamos que estos debates son urgentes para poder patear el tablero en lugar de cambiar sus figuritas y pensar un mundo otro, en el que quepamos todes.
Hablar con Diego Castro, docente e investigador uruguayo e integrante del colectivo Zur-pueblo de voces, es arrimarse a un espejo de prácticas compañeras e ideas emancipatorias, pero además hacerlo en torno al libro “Mandato y autodeterminación. Pistas para desarmar la trampa estadocéntrica”, de reciente edición, añade condimentos al asunto.
Porque el relato propuesto por Castro –más allá de desarrollarse del otro lado del Plata- también interpela fuertemente las prácticas políticas de sectores del denominado campo popular que al desplegarse en la lógica de la representación, de quienes ganan y quienes pierden, no hace más que funcionar en sintonía con los opresores.
En tiempos donde el fantasma fascista encaja a la perfección en la lógica binaria por el mal menor y donde la defensa de lo estatal pasa a ser una cuestión aparentemente central, poner en perspectiva histórica cómo llegamos hasta acá viene a demostrar que repetir caminos y procedimientos llevan una y otra vez hacia el mismo abismo ¿Por qué entonces insistir con las recetas conocidas en lugar de atrevernos a lo nuevo que brota y late?
Desde el pasado y hacia el presente, el libro de Castro desnuda sin necesidad de la declamaciones grandilocuentes un tipo de subjetividad ligada a las formas estatales que más que en un laberinto nos colocan en un callejón sin salida como bien lo explica en un reportaje publicado en Zur: “Me hice la pregunta de cómo podría ser una política protagónica de lo social que no obviara la existencia de una política de Estado o una política estatal o estadocéntrica, peroque no se subordinara a ella” y respondiendo esa inquietud desde una descripción analítica, nos convida a inventar.
Con esa impronta se diferencia sin maquillaje entre el mandato y la demanda; mientras el mandato identifica el problema, lo asume y propone cómo resolverlo, la segunda opción delega la solución y celebra la dependencia.
En un 2023 donde en Argentina nos enfrentamos a un desolador panorama electoral, el extractivismo voraz desconoce toda grieta y los grupos políticos, sindicales y sociales giran en torno a palabras y ejercicios gastados, el texto de Castro es otra invitación a la aventura de pensarnos y actuar en consecuencia.
Vaya este diálogo como un aporte más de “Después de la Deriva” a la imperiosa necesidad de encontrarnos en la construcción de una comunidad de iguales que sin intermediarios se ponga a forjar ese mundo liberado de la explotación y sus secuaces.