Nuestros estados modernos se edificaron sobre la base de algunos pilares fundacionales. La educación pública es uno de ellos. La finalidad política de la educación pública fue establecer un vínculo que permita vivir juntos a una heterogeneidad de individuos, costumbres y tradiciones, bajo una misma bandera, con un conjunto de normas y leyes, y una historia oficial. La educación pública contribuyó, de manera sustancial, a la construcción de una sociedad de ciudadanos para que convivan en un territorio nacional. Pero las sociedades contemporáneas no son cualquier sociedad. Son las sociedades que se establecieron como las dominantes de estos tiempos y, como sabemos, las sociedades actuales, como la nuestra, son capitalistas. Y vivimos, además, en un capitalismo que absorbió a lo que se suele llamar “democracia”, reduciéndola a un mero mecanismo eleccionario de renovación periódica de funcionarios, que administran lo único que es intocable: la expansión planetaria del capital. Esos funcionarios podrán administrar con mayor o menor sensibilidad social, pero el estado de las cosas parece una realidad y un destino inexorables.

La educación pública forma parte, y es un efecto, de esta sociedad en la que vivimos. Por lo tanto, una de sus tareas centrales es reproducir y propagar las condiciones de existencia actuales, que son las de este capitalismo democrático. La educación pública –o “la escuela” para decirlo simplificadamente– no transmite sólo conocimientos (incluso hoy, con la masificación de las tecnologías de información y comunicación, podríamos decir que ni siquiera cumple esa función). La educación pública transmite una forma de socializarnos, una manera permitida de relacionarnos y de actuar, individualmente y en conjunto. Desde chiquitxs, vamos siendo incorporadxs en un mundo que distingue lo permitido de lo prohibido, lo normal de lo anormal, lo que podemos hacer y decir, y lo que no, tanto en nuestras acciones personales como colectivas. Pero sobre todo, nos educa en qué es lo que se puede cambiar y qué no. Internalizamos que hay una posibilidad de cambio tolerable y otro que no. Aprendés que si querés modificar algo, lo podés hacer, pero sólo dentro de las reglas normales que autorizan las modificaciones. Como nos podemos imaginar, ningún cambio radical puede surgir de esas condiciones. Ningún sistema político, o socioeconómico, se suicida. Sería contradictorio imaginar que la educación pública pudiera horadar los cimientos de la sociedad de la que es un efecto. En alguna medida, podríamos decir que toda educación oficial es conservadora. Es conservadora del estado de las cosas que le da lugar como institución, en la sociedad en la que vivimos.

La lucha que están llevando actualmente los docentes es una lucha por la mejora de las condiciones laborales. Ante la severa precariedad del sistema púbico actual, la defensa de la escuela se presenta como una defensa de lo público sin más. Pero esta coyuntura acuciante suele ocultar la pregunta crucial por el sentido de la escuela actual. Preguntarse por el sentido de la escuela de hoy parecería impertinente frente al acoso que está sufriendo. Como si el aspecto dominante del conflicto no permitiera otra alternativa que encolumnarse tras las representaciones sindicales y avanzar todos juntos, supuestamente, para el mismo lado. No habría que pensar demasiado sino actuar, porque toda reflexión que corriera un poco el eje de la discusión gremial no lograría otra cosa que beneficiar al gobierno.

Pero las urgencias suelen ser un enemigo letal del pensamiento.

La voluntad de quienes hacemos Después de la deriva es tratar de interrumpir, de alguna forma, la normalidad del estado de las cosas. Y para eso buscamos corrernos no sólo de la manera dominante de pensar la sociedad sino también de la manera dominante de pensar los conflictos. Aspiramos a poner el enfoque en otro lugar, de modo que nos permita recomponer el escenario de una manera diferente. Queremos ofrecer una alternativa a lo que se dice y piensa de manera habitual, e intentar lograr otra percepción posible de nuestro presente, ya sea en sus hegemonías como en sus conflictos.

Por eso, en este segundo programa, nos pareció importante abordar la cuestión de la educación pública, muy especialmente en las circunstancias actuales, en medio de la lucha que están llevando adelante maestros y profesores. Querríamos ampliar las miradas existentes y vincular la cuestión puntual de la recomposición salarial con el trabajo docente en sus múltiples expresiones. Nos gustaría poder visibilizar que dentro de la lucha gremial hay otras luchas que intentan no agotarse en el reclamo paritario, y que están interpelando a la propia comunidad educativa desde su interior. En fin, queremos hacer resonar otras voces y otras perspectivas diferentes de las que habitualmente se ocupa la difusión mayoritaria.

Por esto, invitamos a nuestro programa de hoy a Paula Aldrovandi y Patricio McCabe para que nos cuenten sus experiencias en la militancia docente dentro del conflicto y para conversar un rato, a partir de esas experiencias, sobre esas otras cuestiones que interpelan a la educación más a fondo, y que las urgencias de lo inmediato pocas veces nos permiten encarar.

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