Se nos ofrece un exceso de presente.
Y en ese exceso de presente, como no podría ser de otro modo, mucho es lo sacrificado.Por empezar, se sacrifica al pasado y todo el sistema de causas y azares que conducen a cómo estamos hoy. Desde aquellos grupos que digitan gran parte de las políticas públicas, nada de lo que estamos viviendo es conectado con las causas que lo originaron.

Como aquel Funes literario, nos invitan a desconectar, a no hilvanar sucesos y consecuencias. La producción industrial de alimentos, la degradación ambiental, la subnutrición, el hacinamiento, son algunos de los factores causales que simplemente se evitan mencionar. En el exceso de presente las causas no están, no se ven ni reconocen, los eventos sólo suceden.

También, como no podía ser de otro modo, el exceso de presente elimina al futuro. Pensar en el futuro hoy se presenta casi como obsceno. Sin embargo, eso no es algo que haya ocurrido en los últimos meses.

El discurso de la urgencia que cómodamente ha sido instalado hace tanto tiempo, ha sido una de las claves para eliminar la proyección de la vida de las futuras generaciones. En el discurso de la urgencia no hay tiempo ni pausa, sólo producción y avance. En el discurso de la urgencia, las muertes son daños colaterales de un presente que sin embargo pudo haber sido siempre peor.

Y entonces, sin pasado ni futuro, el exceso del presente marca la lógica de las políticas públicas, sin justicias, sin deseos ni autodeterminaciones, sin prevención de la salud ni cuidado del ambiente. Nada de eso hay cuando sólo hay un permanente presente incendiado.

En este programa número 148 de Después de la Deriva abordamos nos preguntamos acerca de cómo hemos llegado hasta aquí y también de cómo podemos pensar en un mejor hoy. Un hoy que haga del presente, algo compatible con el vivir.

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