El fantasma silencioso, enigmático y mortal del virus no fue suficiente para domesticar al poder real que nos puso frente a esta amenaza y apenas hace falta correr un poco el foco del haz de luz oficial para descubrir que no hay aprendizaje, que sigue habiendo violencia y saqueo con premeditación y alevosía.

Entonces mientras funcionarios y especialistas sonrientes y maternalmente paternales repiten sentencias sobre cuidados y defensa de la vida, la represión, las fumigaciones y el extractivismo tienen más cancha libre para avanzar sobre personas y territorios en una disociación que podría sonar graciosa sino fuera criminal.

Y mientras el coro bien-pensante local se horroriza frente al asesinato racista y policial de George Floyd en Estados Unidos y respira complacido por auto-percibirse derecho y humano, las fuerzas estatales chaqueñas exhiben su violento desprecio sobre jóvenes qom poniendo en pantalla una práctica ancestral del despojo y la humillación.

Pero más acá y más allá de gobiernos provinciales aliados de administraciones nacionales que –sin detenernos en el cotillón de marcas y siglas que se juega en las elecciones- incitan y suscriben a la lógica bestial y arrasadora del capital, ahí están las mineras gozando de permisos para herir de muerte a la tierra y el agronegocio poniendo a volar los venenos que garanticen la ganancia inmaculada de sus inversiones.

Esta noche en La Tribu también miramos al norte porque queremos asumir el pensarnos como el país de negros que somos, con este mapa violentado y sojuzgado por profesionales en administrar el capital, con esta violencia institucional que nos basurea y nos mata por pobres, por originarios, por disidentes.

No se trata, claro está, de ubicarnos en el siempre inmovilizante papel de víctimas sino de re-conocernos en estas vejaciones cotidianas a las que no detienen cuarentenas ni distanciamientos para proponer desde ellas ese “ya basta!”que nos reúna como iguales en pie de lucha y nos permita andar hasta hallar el “Después de la Deriva”.

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