La pandemia impuso un freno abrupto no solamente a lo que entendíamos por normalidad sino a la monstruosa y demencial maquinaria del capital.

En esa zona detenida donde la crisis de un sistema paralizado amenaza la supervivencia de buena parte de quienes damos vueltas febriles en esa rueda sin fin, aparecen también las primeras señas acerca de cómo sería todo si abandonáramos esa carrera sin rumbo más allá o más acá del virus del momento.

Modernidad y capitalismo como pareja carente de toda lógica humana parecen estar en el ojo de un cuestionamiento que nos pasa por el cuerpo, que nos salpica con sus aguas servidas, que resquebraja los suelos saqueados, que asfixia con su aire contaminado, que envenena tanto con las industrias como con la comida plagada de químicos y es cuando un enorme interrogante golpea y golpea preguntándose ¿Por qué? ¿Para qué?

De repente, entonces, aquellos cuestionamientos autonomistas al trabajo y su lógica, a la productividad en beneficio de quién, al consumo como placer fugaz y acumulador de pura cáscara vacía, no son ya los delirios de minorías radicales sino una realidad capaz de interpelar a quien fue bajado del engranaje detenido.

La vida, aún en cuarentena obligada y supuestamente sanitaria, regala por estas horas la chance de habilitar la inquietud, de abordar lo que hasta ayer nomás era lo dolorosamente cierto y dado, de reponer un sentido realmente común y no aquel regido por los mandatos del mercado y las finanzas.

Claro que esa posibilidad no es un paraíso ancho y fértil ni el único camino posible de salida de la crisis sino que las formas llamadas tecno-totalitarias a la usanza China son parte de una amenaza capaz hasta de hacernos extrañar aquello que malsanamente considerábamos normal.

Son esas tensiones y el deseo de agrietar ese armazón desalmado las que nos llevaron hasta el filósofo y escritor italiano Franco “Bifo” Berardi con quien dialogamos entre Bolonia y Buenos Aires amasando una lengua de la igualdad y la emancipación.

Es ese idioma compartido que no reconoce cruces, fronteras ni banderas el que nos permitió poner en palabras este futuro que llegó hace rato y que ahora, ataviado con barbijo, nos golpea la puerta.

Esta noche en La Tribu decidimos correr el cerrojo, arrancar el picaporte y dejar que una corriente de ideas nos coloque Después de la Deriva que es donde queremos estar.

 

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