¿Qué pone al descubierto sobre la educación la pandemia? ¿Qué cosas pasan en la escuelas más allá de las bajadas de contenidos? ¿puede una situación como esta habilitarnos a pensar la educación desde otro lugar?

Las preguntas nos interpelaron en estos días de aislamiento. Agobiades entre trabajar desde casa y completar las tareas de la escuela de les niñes, cientos de familias se sumaron a una maquinaria de reproducción sin reflexión alentada por bajadas de líneas institucionales en las que el discurso de la continuidad pedagogica se repite como un mantra.

Como si en el aula sólo se dieran contenidos curriculares, como si docentes y alumnes estuvieran familiarizades con el espacio digital, como si cada adulte y cada niñe tuviera una computadora disponible con conexión a internet, como si nada pasara y lo único importante fuera completar los contenidos como si se tratara de una planilla.

Si desde la escuela como institución propone en su formato presencial y ahora extendido a lo digital la formación de ciudadanos obedientes a las reglas y en el mejor de los casos mano de obra para un mercado, es en estas y estos docentes que hacen del aula un espacio de creación colectiva donde nos apoyamos para pensar estas preguntas que nos inquietan como madres y padres, como pobladores de este mundo.

Pero luego de recorrer esta coyuntura de pantallas exigidas tanto de alumnos como de docentes, quienes hacemos Después de la Deriva nos preguntamos también por esos contenidos que se proponen desde las instituciones.

¿Una educación para quien? ¿para qué? Y en medio de un proceso cada vez más homogeneizador buscamos algunas experiencias que, al menos, problematicen una apuesta que en su propio proceso uniforme se aleja de cualquier principio igualador que entregue las herramientas para esa emancipación hacia lo que no dejamos de navegar con los vientos rebeldes y colectivos que nos empujan

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