Una noche como la de hoy, pero 44 años atrás, la junta militar cumplía en el país vacío y silencioso el primer día tras haber asaltado el poder y darle rango institucional a la barbarie criminal de los grupos de tareas que ya venían asesinando militantes por la revolución.

Fue el inicio de una larga noche cuyas sombras han atravesado –inclementes y tenaces- a las gestiones democráticas del Estado capitalista.

Una noche cualquiera de este día deberíamos estar haciendo el balance de las marchas –siempre masivas, populares y silvestres- donde millones de personas confluimos en las calles repudiando aquel Golpe de Estado y sabiendo, intuyendo, dejando expresar que buena parte de esta existencia miserable tuvo allí una piedra fundamental.

También estaríamos masticando bronca contra los oficialismos oportunistas y reconciliadores que pretenden comprar la rabia genuina con cotillón de estreno, con colectivos bancados por los mismos gobiernos nacionales, provinciales y comunales que se sostienen a costa del hambre, de la violencia, del terrorismo estatal del gatillo fácil.

Pero ahora en La Tribu, en un programa grabado a la distancia pero urgente y aunque las medidas sanitarias nos impidieron movilizarnos, todavía podemos pensar y podemos hablar acerca de una postal que remite a la misma oscuridad persistente, a guardarse, al silencio sanitario.

En Después de la Deriva no olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos y seguimos manifestándonos contra las lógicas impuestas ya sean salvarnos del trapo rojo, hacer un país viable o acatar sin siquiera cuestionar las órdenes de una autoridad planetaria todopoderosa que nos obliga a enfrentar a un nuevo enemigo peligroso.

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